La revista orureña de inicios de siglo XX, Feminiflor, aparece en el preciso momento en que Saavedra rompe los veinte años del gobierno liberal de Ismael Montes a la cabeza del Partido Republicano, cuando ya han pasado 11 años del inicio de la coeducación de los sexos:
En 1910 se implantó por primera vez en la América Hispana la coeducación de los sexos. La intolerancia que calumnia, pero no mansilla, el dogmatismo que sofistica pero no convence y la murmuración que lanza espumarajos sin lograr manchar las conciencias impolutas y cristalinas, en vano quisieron tocar el corazón de los primeros normalistas– cuyos nombres recordará la historia de la pedagogía boliviana– pero no llegaron a rozar ni siquiera su epidermis.
Este paso atrevido hacia la realidad de una concepción elevada que ha dado un nuevo rumbo a la educación de la mujer habría fracasado irremediablemente si no hubiera tenido a su dirección un espíritu retemplado en las luchas y si su espíritu no hubiera estado animado por la misma bondad y trascendencia de su obra.
(Saturnino Rodrigo. Junio de 1920. Educación y Cultura. Revista mensual de pedagogía y letras. Año 1, número 6).
Como uno de los primeros veinticinco estudiantes que asisten a la Escuela Normal de Sucre cuando se funda, en 1909, Saturnino Rodrigo señala toda la lucha de quienes defienden la educación de la mujer. Una lucha “ fuera de la Escuela, el ambiente hostil a la renovación, las rencillas del terruño, el desafecto general, en fin un medio hostil, huraño e ingrato…” (ibid.).
Saturnino anota que, en ese entonces, la implementación de la coeducación de los sexos se mantiene firme a pesar de la intolerancia; en los años veinte la presencia de la mujer en el espacio público continúa recibiendo los espumarajos de una crítica que intenta retenerla en el ámbito doméstico y en los roles de madre, hija y esposa. No obstante, las primeras bachilleres mujeres comienzan a ejercer una vida profesional, e incluso se lee su pensamiento en los periódicos de la época. Así, días antes de que se publique el primer número de Feminiflor, el 25 de mayo de 1921, el periódico La Patria de Oruro celebra la “acción periodística femenina”:
Literatura femenina
Desde hace pocos días viene registrando nuestro diario hermosas producciones de unas y otras señoritas de la localidad sacándonos, con verdadera eficacia, del torpe ensimismamiento masculino que nos poseía. (...)
Este simpático movimiento literario de nuestro mundo femenino habla muy elocuentemente respecto de su trabajo y cultura; para nosotros es un motivo de orgullo y de complacencia el anotarlo, y al mismo tiempo, el de servirlo modestamente. Esperamos que tan feliz iniciación de nuestras inteligentes colaboradoras no quede solamente en lo que hay publicado y, de contrario, siga esa labor de cultura y de acción periodística femenina, sin tregua y sin término, de tal suerte que ella inicie y conduzca por amplios y nobles encauces los desarrollos de esa alta trinidad, que se llaman madre, hija y esposa, y que representan una sola divina criatura: la mujer.
(La Patria, Oruro, domingo 22 de mayo de 1921).
Aunque la celebración de La Patria sigue encasillando a la mujer en la trinidad de su género, ella, con frecuencia y enfáticamente, a través de su discurso busca ampliar su horizonte. De tal manera, se leen en el mismo periódico reclamos sobre el conservadurismo con respecto al rol de la mujer en la sociedad. La cultura y el trabajo, por ejemplo, se presentan como rumbos alternativos para las mujeres, que suelen estar sometidas a un escrutinio constante, lo que desgasta su resistencia. Otro reclamo se dirige al círculo científico, que caracteriza a la mujer como el sexo débil, lo que se traduce en una situación de inferioridad constante, y hasta de cosificación, frente al hombre:
Reacción y trabajo femenino
La mujer boliviana, por evolución natural, reacciona de la ignorancia en que ha vegetado a través de los siglos en mantenimiento de la tradición, entendiendo por tradición aquí el vivir una vida incolora, monótona y estática. El dinamismo intenso, el esfuerzo que acrecienta las energías, robustece el carácter y apaga el vano romanticismo, ha hecho que, pletórica de energías, busque anhelante nuevos horizontes en la cultura y el trabajo.
No quiere ya ser la eterna hija de familia, no quiere tampoco deber su bienestar al matrimonio de conveniencias que constituye una aventura oprobiosa. No: consciente la mujer de la dignidad humana y de su alto destino social, ansía ejercer sus actividades para crearse una personalidad propia y autónoma, que pueda bastarse a sí misma en la lucha por la vida, cooperar al bienestar de la familia y aportar sus energías al progreso nacional.
Pero he aquí que se oponen a tan nobles propósitos prejuicios dificultades e injusticias, absurdos rezagos de pasados tiempos, convertidos para unas en vallas insalvables, para otras en causas de sufrimientos y esfuerzos.
(María P. de Vargas, La Patria, Oruro, 4 de mayo de 1921).
Al margen de la evolución de la mujer
Los mismos científicos, empeñados en buscar para la mujer un rol inferior, han clasificado los sexos en fuerte y débil, colocando a aquella en este segundo término.
No le era dado a la mujer ni siquiera instruirse porque su destino era puramente doméstico. Y aún se pensaba que su instrucción le podía ser perniciosa.
Su rol dentro del matrimonio era de un sometimiento absoluto a su marido, cuya voluntad debía ser la suya.
El marido adquiría una gobernadora de su casa, como quien adquiere un mueble que le es necesario.
(Emilia Morató Ardaya, La Patria, Oruro, 19 de mayo de 1921)
* * *
En el centro de ese contexto, nace Feminiflor, hace 102 años. La educación de las mujeres es sin duda la principal preocupación de las redactoras de la revista. Tanto las invitadas como el comité editorial son fervientes creyentes de que ellas ahora pueden ver críticamente la realidad en la que viven gracias a la educación que recibieron. Reconocen que el privilegio del conocimiento conlleva la conciencia del retraso en el que se ven obligadas a habitar como mujeres. Artículos como “Por los fueros de la mujer” de Betshabé Salmón Fariñas, publicado en el segundo número de la revista, ya enfatizan que las mujeres bolivianas han alcanzado un nuevo rol en la familia, la sociedad y la patria al haber terminado la escuela. Es algo que, además, comparten con las otras revistas de mujeres de la época, como Eco Femenino o Aspiración: prácticamente todas las redactoras fueron beneficiadas por la reforma educativa del gobierno liberal. La educación también conlleva un acercamiento y una prolongada relación de construcción de pensamiento entre maestras y estudiantes, lo que influye en las redes de trabajo de las organizaciones de distintos departamentos de Bolivia.
Marcado el nacimiento de Feminiflor por alianzas, reflexiones y disputas, su primer año, aunque es saludado con entusiasmo, está particularmente bajo una mira crítica conservadora que infantiliza a las redactoras desde una postura paternalista. Una de las primeras críticas a la revista aparece justamente en el periódico La Patria, refiriéndose al segundo número. El director, Joaquín Espada, presenta una reseña de los artículos como una “ligera crítica”, con el supuesto fin de mejorar la revista. No obstante, el uso frecuente de imperativos revela un discurso autoritario que se pretende camuflar como un consejo. De tal manera, se destaca el adjetivo que acompaña al oficio: calificadas de principiantes, las redactoras deben obedecer a la “voz cariñosa de la experiencia”, es decir, la voz de quien, como el padre, organiza, decide y asigna.
"FEMINIFLOR"
Con el sano deseo de que las principiantes periodistas orienten mejor su marcha y extraigan toda la miel del arte, queremos hacer una ligera crítica de su último número. Escúchennos con atención, porque nuestra palabra, por dura que fuera, es consejo cariñoso de periodistas de experiencia.
Hay demasiada aglomeración literaria. Las aguas de la literatura son exquisitas, y limitar su corriente cuando el manantial es inagotable sería insensato; pero es el tema más difícil, por lo mismo que es el más trillado también. Se ha dicho tanto en la pauta del romanticismo que ya no queda nada nuevo para decir. Sólo para una inteligencia bien cultivada, para un cerebro creador, seguirá siendo un pozo de bellezas. De otra suerte se incurre en el uso de vulgaridades que enferman.
Las señoritas redactoras deben distribuirse tareas que rimen con las aptitudes de cada una de ellas. Les asignaremos las que les corresponden.
(La Patria, Oruro, 29 de junio de 1921).
El autor tiene como primer foco de su crítica al uso de la literatura en la revista, ¿acaso la activación de la función poética del lenguaje? Para él, esta se aglomera y desborda el contenido, que piensa que debería ser ante todo político. ¿Sugiere que lo poético no contiene lo político? ¿Por qué escoger diarios, poemas, cartas, perfiles, cuentos, hasta escritos sin género, si lo que desean es la ciudadanía de la mujer? Más adelante, generando un paréntesis a su crítica artículo por artículo, interpela:
Un paréntesis aquí. En el artículo “De edición”, se contradicen ustedes, señoritas. ¿Cómo es eso de querer que la mujer sea “ciudadana consciente” y luego declarar que el periódico es netamente literario y que no aspiran a la comuna ni a los sillones del Senado? ¿Cómo es eso, señorita jefe de redacción? (ibid.).
El autor de la reseña infantiliza el uso de la literatura que hacen las editoras de Feminiflor y se niega a percibir el peso político que tiene para ellas el exhibir su intimidad hacia la esfera pública. Para las jóvenes que llevan adelante la revista, la primera rebelión está en salir del encierro del hogar a través de la escritura, aquella que se gesta en “la intimidad de lo solo”, que está inspirada en las amigas, en la vida doméstica, en la experiencia de mundo que ellas pueden reportar. Para Espada, los artículos de la revista deben ser análisis de la realidad política y social porque si no estos ideales se diluyen y degradan.
Con un tono muy acorde al de un padre hablando con sus hijas, el autor prosigue a analizar los artículos y a comentar algunos aspectos destacables. En varios casos es elogioso, o al menos intenta serlo, como cuando menciona que Betshabé Salmón está “capacitada para explotar cualquier tema” o califica el artículo de Nelly López de intachable. Al acercarse a la escritura de Laura de La Rosa, hace una crítica a su sentimentalismo y le recomienda dedicarse a una escritura más “festiva”, pues ahí se manifiesta, según él, su talentosa pluma. Así, una a una va lanzando apreciaciones sobre su estilo o remarca algunos errores, reprimiendo cariñosamente a la autora o declarando cuál debería ser su sección o temática. Entre todo ello, resaltamos el comentario sobre Leticia Cárdenas:
Muy bonito su trabajo. La redacción le ha quitado parte de su mérito; la puntuación más propiamente. Le invitamos a leer en voz alta. ¿No es cierto que le quita la respiración y su última frase agoniza en los labios sin poderla pronunciar? Los pulmones ya no pueden. ¿Y sabe por qué es eso? Por las muchas comas. Ponga usted más puntos, señorita. El estilo cortado es elegante; se lee sin esfuerzo; cada pensamiento se proyecta con nitidez y la comprensión no demanda fatiga mental (ibid.).
Las preguntas y el tono vuelven a resonar como los de un padre que reprime con dulzura las faltas que ve en una hija. Ahora, más de cien años después, nos preguntamos sobre la frecuencia de este tipo de correcciones o comentarios en la primera página de un diario, excepto cuando se trate de comentar una publicación que ha dado de qué hablar, como Feminiflor. La columna, finalmente, se cierra con la duda sobre la identidad de Mary la Fisonomista que escribe un texto de humor ácido y lanza tres posibles nombres para desmontar el seudónimo. Lo que resalta, no obstante, es su visión del lector: “Muy bien, son asuntos triviales, pero gustan al público. El público es de mal gusto y hay que satisfacerle”. Ahora el paternalismo y la posición de superioridad se extiende también hacia los lectores. Calificando de triviales los asuntos que se tratan en la columna “Fisonomías”, donde se hacen perfiles humorísticos de amigos o personajes conocidos de Oruro, apunta su descontento con el lector ante la buena recepción del texto. Queda claro que para el autor de la crítica lo personal no es político.
* * *
Después de dos años de aquella crítica, las fundadoras de Feminiflor enfatizan la importancia de su trabajo como periodistas, pero también aluden al cansancio, a la saturación frente a las críticas, a la minimización de sus textos, a los obstáculos que la sociedad va colocando en su camino. Las energías se renuevan “pese a nuestros detractores y a los incrédulos”, afirma Betshabé Salmón, que abre el número 22, el 25 de mayo de 1923, cuando celebran el segundo aniversario de la existencia de Feminiflor. Pide en esa ocasión a la sociedad que se permita a la mujer evolucionar en su rol y participación social a través de preguntas, reclamos, que lanza a los “espíritus intransigentes y miopes” que las juzgan por intentar superarse.
De tenor similar, el texto “La mujer de ayer, la mujer de hoy” de Nelly López contrapone los logros de la mujer con los obstáculos que le coloca la sociedad.
Contrasta el pasado de las bolivianas, marcado por la humillación y el sometimiento, con el presente, donde han ganado más libertad, pues pueden educarse, trabajar y aspirar a guiar a la patria “por el camino del bien”. No deja de ser significativo que Nelly utilice expresiones como “Lenguas viborescas que les gusta envenenar” para referirse a la sociedad, ya que el artículo critica a las habladurías y a la hipocresía que detienen el avance de la mujer. El cierre del artículo coloca el foco en el hombre, a quien nombra como un ser mezquino que equipara a su esposa con un mueble de su casa, coincidiendo con Emilia Morató en la metáfora elegida para denunciar el trato recibido en el hogar.
Por último, el texto de Laura de La Rosa, después de destacar la perseverancia requerida para llegar a dos años de existencia, pide a sus colegas periodistas que dejen de nombrar a Feminiflor como la “revista de las chiquillas de Oruro”. Afirma que su labor es seria y se constituye como un aporte para la sociedad, específicamente para la evolución del feminismo en Bolivia, estableciéndose como un “órgano del periodismo nacional” que ha logrado una gran hazaña al durar más de dos años.
Utama Comunidad de Lectura conmemora este centenario, pero sobre todo la resistencia de las redactoras, quienes florecieron entre adoquines por al menos 27 números en Feminiflor, la primera revista escrita y dirigida por mujeres en Bolivia.
HOY, renovando energías
En la fugaz existencia de infinidad de publicaciones que a diario hacen su aerolítica aparición, llevando desde su nacimiento el estigma de la abulia idiosincrásica de nuestras juventudes, la vida de esta revista femenina que hoy llega a dos años, a dos años de perseverancia, es un triunfo manifiesto para la causa bajo cuya bandera hemos puesto quijotescamente nuestros sueños, nuestros ideales y nuestra voluntad de mujeres. No es jactanciosa vanidad de mediocrillas escritoras, que pudiera creerse, nuestro alborozo de este día, no; es solo la íntima convicción, no de talento, que nos falta, sino de nuestra entereza y constancia en la brega para conquistar algo más de lo que los hombres han querido concedernos. Aquí, en esta convicción, radica nuestra fe en el porvenir.
Pocos, contados, son los que dan mérito, los que comprenden la intención al menos de nuestro esfuerzo; los más son indiferentes u hostiles a nuestros propósitos, pero, ¿saben siquiera esos espíritus intransigentes y miopes por qué? ¿Hacemos mal, tal vez, en anhelar para la mujer de esta patria un mejoramiento moral e intelectual? Nuestras tendencias, ¿no se encaminan a un bienestar común, a un elevamiento moral superior? Una mujer que haya ganado en cultura y educación, ¿desmerecerá por ello a sus padres, esposos e hijos? ¿No será bien para el hombre mismo este progreso? Y, con todo, no nos preocupa demasiado el que las masas nos comprendan. El número [de lectores] se anula ante la calidad y basta la crítica sana y el consejo maduro que verdaderos valores intelectuales quieran darnos para enderezar cuando nuestra senda esté errada o darnos luz cuando nos falte ella. Con esa ayuda y, más que todo con nuestra fe, renovamos hoy nuestros votos, como lo hicimos ayer y lo haremos en otros días como este. Seguiremos ascendiendo, cuesta arriba, a la montaña, pese a nuestros detractores y a los incrédulos.
(Betshabé Salmón Fariñas, Feminiflor 22, Oruro, 25 de mayo de 1923).
La mujer de ayer, la mujer de hoy
Antiguamente se consideraba a la mujer como un ser inútil, que no servía sino para mártir de su casa; en su humildad soportaba los vejámenes con que el contrario de su sexo la imponía, a veces ella tenía el deber de mantener a su compañero, con el que firmó el contrato del matrimonio, en fin, estaba sometida a toda orden que él le daba y su sufrimiento era eterno hasta que la parca de la muerte la separaba. Y si la mujer era soltera, no podía emplearse ni trabajar y si violaba esto era tachada por todo el mundo, por esa sociedad, por ese núcleo de lenguas viborescas que les gusta envenenar. Aún si ella era niña, no les gustaba instruirla, ella debía ser como una flor silvestre que ignoraba todo… todo lo que muestra el mundo malvado, este mundo de hipocresía y falsedad.
Hoy la mujer es más libre, tiene amplia facultad para deliberar, muestra su lugar en el mundo y da a conocer que tiene también inteligencia, voluntad, derecho, más que todo constancia y capacidad suficiente para mantenerse a sí misma. Sin embargo, está sujeta a la opinión pública, a ese conjunto de humanidad que solo trae sinsabores, a ese himeneo de almas que buscan el modo de tachar de tal o cual manera a una persona sin basarse en lo que les indica la moral. En cierto caso, las leyes de la moralidad respecto a la opinión pública son también de temer, pues debe estar encuadrado todo acto al agrado de la conciencia de uno y al beneficio de los demás; pues en este caso la opinión pública debería ser la defensora de las personas ultrajadas y aplacar con su justicia los dichos del difamador; pero por desgracia no existe ese control y la opinión pública relajada es la primera difamadora y la que empuja hacia el lodo a todo ser.
La mujer casada hoy hace prevalecer sus derechos. Ya no es el estropajo del esposo; hoy es ella la señora de su casa, y para buscar su felicidad no piensa en el porqué de los demás, obra conforme a su conciencia y al modo en que su niñez ha sido habituada; por consiguiente, nunca será tachada. La mujer soltera hoy puede trabajar, puede mantenerse a sí misma, puede instruirse y aspirar también a ser algún día la que guíe a su patria por el camino del bien.
Pues este último es no aceptado por el hombre. ¿Por qué? Porque él es mezquino y todo quiere ser y nada sea su mujer. Este egoísmo se revela al ver que ella participa en la controversia de la vida social, dejando de ser el mueble útil de su vivienda.
(Nelly López Rosse, Feminiflor 22, Oruro, 25 de mayo de 1923).
Feminiflor y su segundo aniversario
Parece un cuento, y sin embargo es verdad, que nuestra revista llegara airosa a cumplir su segundo aniversario.
Sólo los que han caído en la jornada sin llegar a vivir un año pueden darse cuenta exacta del esfuerzo, de la perseverancia y del ingenio gastado por el núcleo de señoritas que sostienen esta revista.
Cuando se escriba la historia de los adelantos femeninos en Bolivia, el Centro Artístico e Intelectual de Señoritas de Oruro ocupará una de las páginas más brillantes, ya que ha sido el primer centro feminista que, contra la opinión de los derrotistas, lanzó la primera Revista Femenina, cuyas columnas estuvieron y estarán siempre a disposición de la mujer, contribuyendo así a una mayor cultura, al desarrollo del gusto por las letras y a la lenta pero segura evolución del feminismo nacional.
Feminiflor con la experiencia adquirida en dos años de vida se presenta hoy, orgullosa, ante su público lector, y ante sus colegas del país, pidiéndoles no la sigan considerando como a la revista de las chiquillas de Oruro, sino como a órgano del periodismo nacional escrito por manos femeninas, que ha tenido la virtud de vivir ya dos años, solo con sus propias fuerzas, presentándose fuerte y a [punto de] principiar el tercero, lo que por sí significa un gran esfuerzo y un récord periodístico, muy digno de tomarse en cuenta.
(Laura G. de la Rosa Torres, Feminiflor 22, Oruro, 25 de mayo de 1923).
Si te interesa leer el número 22 de Feminiflor, puedes descargarlo del siguiente enlace:
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